La Condena

Estaba firmando mi pena de muerte, y tenía que aceptar que me sentía orgullosa de eso. Podría sentir el frio de la muerte rondando, diferente al clima de invierno, o incluso al de las lluvias de verano. Veía en retrospectiva las imágenes en mi cabeza de los diferentes numero que marcaba y del reflejo que me miraba de vuelta, podía recordar el desprecio que emanaba no sé si yo al caminar, o la gente que pasaba a mi lado, pero el ambiente nunca era diferente, la sensación nunca cambiaba, podía sentir en mi piel las caricias de los dedos que un día prometieron mucho.
El tocadiscos había dejado de sonar en algún punto; nunca había sentido semejante estado de paz, y probablemente nadie lo creería si me escuchara decirlo. Hace casi 36 horas había decido alargarlo un poco con un pequeño bocado de queso cottagge, segura de menos de 25 gramos, y totalmente aprobados por mis asperger de… no importa, aun sabiendo las cosas entendí que ya no era necesarios, ya había pasado el punto de alargue. Ahora que veo pasar en frente mi vida estoy más segura que nunca de mi decisión.
Sé que al final nunca voy a tocar la meta, pero este momento solo muestra lo cerca que pude estar y lo lejos que he llegado. Intento rozar con mis dedos los pómulos de mi cara y la sensación del lanugo en ellos es casi tranquilizadora, no me detengo ahí sino que decido bajar mi mano y comprobar con mi dedo pulgar e índice el grosor, un centímetro o dos los une y siento que pude haberlo hecho mejor.
No sabía que tan capaz seria de cargar todo mi peso y moverme a la brillante luz blanca que me llama, solo quiero detallar una vez más y revisar de nuevo el número que marca mi juez, anhelaba que dijera 23, no era cero pero era algo. El helado piso de concreto polvoroso gris guio mi ruta y me mostró en el único espejo del lugar a cuerpo completo la cantidad de trabajo que me faltaba, definitivamente no era 23.

En el camino de regreso a mi cama, la energía me consumió intentando abrigar mis huesos con una gran camiseta del mismo tono que mis vacíos ojos ámbar. Derrumbada como un puzzle de muchas piezas que cae a la nada.

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