¿A Que Huele Ibagué?
Para mí, Ibagué huele a cómo vive tu pensamiento.
Bien podría oler asquerosamente para todas aquellas
personas que piensan que Ibagué es un pueblo y que de aquí nadie sale… ni progresa.
O podría tener un dulce olorcito a cerezas, bon bon bum y
rosas para los enamorados, quienes hallaron el amor en la pequeña ciudad y
hacen planes a futuro con sus amantes, quedarse o irse.
Tal vez podría oler a dinero para las personas que andan
por los centros comerciales con bolsas en sus manos llenas de los últimos artículos
que compraron y que están desesperados por estrenar y remplazar por nuevos utensilios.
Quizá huela a perdida para los ebrios que salen de las
cantinas, bares de mala muerte o club, si eres un desgraciado con dinero; o
para aquellos que salen de los pocos casinos con las manos vacías y las cuentas
en ceros, pensando que tendrán que hacer para recuperar lo que perdieron y de
paso agregar saldo a su favor.
Puede oler a desesperación para todos los estudiantes que
se enfrentan el cierre del año, o del semestre y no cuentan con las
probabilidades a su favor, pero que hasta último minuto hacen lo que no hicieron
al principio para complacer a sus papás.
Probablemente tiene tufito a sobras de chocolate para
todos los niños que encantados con la vida no entienden del todo la dimensión
del mundo… pero sí la de los dulces.
El Diablo no quiera y tenga olor a suicidio para todas
las personas que no le encuentran el sentido a la vida, ni en Ibagué ni en
ninguna parte del mundo. Aunque al
parecer quiere porque tenemos unos los índices de suicidio más altos.
Es altamente probable que huela a estrés y agotamiento
para los padres de clase obrera que deben tener de dos a tres trabajos para
poder cubrir todas las necesidades familiares porque con el salario mínimo que
contamos no alcanza para nada.
Incluso puede oler peor para las madres solteras que no
solo responden por sus hijos sino por el resto de mantenidos que no se hacen
cargo de su vida, parásitos llamados hermanos, primos, tíos, sobrinos; además de
sus padres que se convierten en una responsabilidad que aceptan y que hacen con
amor, aunque ese amor no sea reciproco.
Quisiera no creer que huele a sexo para todos los una vez
fueron adolescente hormonales y los que no, que el tema ha sido un tabú en su
vida y solo muestran la curiosidad que de ser tratada nos ahorraría el trabajo
de tener que convivir con cerdos asquerosos y repugnantes que se lanzan por
cualquier cosa en movimiento y no entienden el respeto de la otra persona sea
mujer, hombre, niño, niña, adolescente, joven, infante o incluso bebé.
No entiendo porqué Ibagué huele a tanto dolor en los corazones si la respuesta es tan facíl…pero nadie la quiere aceptar.
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